Los que temen una Constitución decolonial en Chile

Un hombre monta una bicicleta frente a una pared que un grafiti dice Chile decide en Santiago, el 23 de octubre de 2020, dos días antes del referéndum cuando los chilenos decidieron de manera abrumadora cambiar una constitución de la era de la dictadura vista como la base de las flagrantes desigualdades de la nación. (Foto de Pedro Ugarte / AFP / Getty Images

Por Andrés Kogan Valderrama

HAVANA TIMES – Si tuviera que nombrar al think tank más importante del conservadurismo chileno en los últimos 40 años, sin dudarlo destacaría el papel que ha jugado el CEP (Centro de Estudios Públicos) en el país con sus investigaciones, publicaciones y comunicados de prensa.

Fundada en 1980 por los megaempresarios y economistas conocidos como los Chicago Boys, ha sido una institución clave en la difusión del pensamiento neoliberal. Los involucrados incluyeron a Pablo Barahona, Sergio de Castro, Arturo Fontaine y Roberto Kelly, mientras que el economista y filósofo austriaco Friedrich Hayek se desempeñó como presidente honorario.

No es casual, entonces, que el CEP -financiado por las mayores fortunas de Chile como el Grupo Matte- se convirtiera en el gran pilar intelectual de la dictadura de Pinochet y de la Constitución de 1980. Este último se fundaba en una primera doctrina antidemocrática y economicista, poniendo el mercado en el centro, por encima de todo.

“Lo curioso es que cuando Chile volvió a la democracia, la influencia de la CEP creció aún más. Pasó de ser una voz experta en política pública, a ser considerada durante décadas una especie de oráculo por los grandes medios de comunicación y un segmento importante de la clase política.

Sin embargo, sus visiones hegemónicas han ido perdiendo fuerza, desde las manifestaciones multitudinarias de 2011. A partir de entonces, ha quedado al descubierto su visión conservadora del país, disfrazada de retórica liberal y discursos de diálogo. Hemos descubierto que todo esto solo esconde su rechazo a cualquier política transformadora que busque desconcentrar el poder y la riqueza.

Su pérdida de credibilidad alcanzó su punto máximo después del levantamiento social de 2019 y el proceso en curso de redacción de una nueva Constitución para Chile. Nuestra Convención Constituyente ha resultado ser una verdadera pesadilla para quienes integran esa institución y no quieren que el país sea más democrático.

Ante la debacle institucional que dejó la dictadura y defendió la CEP, su única salida ha sido promover nuevas formas de hacer investigación, en un intento de construir nuevas narrativas y relatos que cuestionen y desprestigien las actuaciones de la Convención Constituyente.

Uno de esos intentos desesperados lo lleva a cabo actualmente el sociólogo y editor general de las publicaciones del CEP, Aldo Mascareo. A través de la promoción de una plataforma llamada C22, está utilizando medios digitales para hablar sobre lo que los diputados a la Convención Constitucional están planteando en términos ideológicos y con esto condenar ciertas palabras e ideas que se han expresado en ese foro.

Si bien el uso de nuevas metodologías, técnicas y formas de recopilación de datos siempre son bienvenidos, tanto en el discurso público como en las ciencias sociales, existe una clara intención por parte del CEP de utilizarlos para desacreditar y distorsionar ciertos conceptos teóricos y políticos. puntos de vista dentro de la Convención, al etiquetar a ciertos sectores como la «izquierda decolonial».

Señalo esto, ya que Mascareño utiliza la etiqueta de “izquierda decolonial” para describir ideas como el multinacionalismo, los derechos de la naturaleza, los pueblos originarios, las diferencias sexuales, la democracia directa, la disminución del crecimiento, la interculturalidad y el buen vivir. Para los del CEP, todas estas ideas son meras demandas de grupos identitarios específicos.

Es correcto decir que el llamado «pivote decolonial», como muchas otras corrientes anticoloniales, implica una crítica a los fundamentos eurocéntricos y antropocéntricos de la sociedad moderna. Sin embargo, en ningún momento eso la define como fundamentalmente antieuropea o antimoderna, como quieren hacernos creer Mascareo y la CEP.

Por el contrario, las políticas decoloniales son posmodernas, pues buscan denunciar lo que podríamos denominar universalismo, [one way only of viewing the world], una visión que ha sido impuesta por la civilización occidental desde la conquista española de 1492. Esa conquista no solo desplazó a otras civilizaciones, sino que llevó al mundo a creer que solo existía una idea válida: de economía, de política, de sexualidad, de espiritualidad, de justicia, de arte, de filosofía, de naturaleza.

Por eso mismo, las demandas que están expresando muchos de los diputados a la Convención Constituyente de Chile -y que Mascareño cuestiona- están lejos de ser cerradas o fundamentalistas. Más bien buscan una manera de revertir los problemas regionales y globales en los que nos encontramos inmersos, como el racismo, el sexismo, el centralismo, la falta de participación, la concentración de la riqueza, la segregación territorial, el extractivismo y la crisis climática.

No debe sorprendernos la crítica monocultural y eurocéntrica que plantea Aldo Mascareño, junto con Luis Eugenio García Huidobro, a la reciente aprobación en la Convención Constitucional de una norma para el pluralismo jurídico. Según ellos, esta norma que llaman “culturalista”, podría poner en peligro los derechos humanos.

Esa lamentable crítica solo busca desinformar y generar temor en la población. De hecho, el pluralismo jurídico que se aprobó tiene como objetivo la construcción de un gran sistema de justicia nacional articulado con los sistemas de justicia indígenas. Estos están destinados precisamente a la defensa de los derechos humanos.

Para terminar, llama la atención que Mascareo desfila la idea de una izquierda decolonial, a pesar de que eso es una contradicción en sí mismo. Es precisamente el movimiento por la descolonización el que busca ir más allá de la dicotomía moderna de izquierda y derecha. Su uso de este término demuestra claramente que lo que busca al final es condenar ciertas demandas históricamente transformadoras, tal como lo ha hecho la CEP durante más de 40 años, para mantener las cosas como están.

Andrés Kogan es un sociólogo chileno.

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